jueves, 28 de abril de 2011

Oración a la Virgen que desata los nudos ante problemas con la pareja.


Señora mía ¡Madre Santa de Dios! Muy confiado en la protección de tu influjo,
Luz del Espíritu Santo pido tu singular custodia
Y tu seno Maternal, que intercedas por la unión.
Tú, que con generosa gracia, deshaces los nudos complejos de la vida conyugal,
Hoy te ruego por la mía; por faltas nuestras he tejido,
una maraña de escollos en la cinta del amor,
por culpa nuestra, he llegado a la angustia y desazón,
que la existencia torna en sórdida y atribulada;
¡Mira aquí, Madre Nuestra!, Tus hijos somos;
perdona nuestros errores,
ayúdanos a desanudar esta madeja terrible,
tú eres compasiva, sufrida y Santa Mujer!, Madre del Cristo hasta en la Cruz;
Nosotros somos el hijo que El te ha señalado,
con toda esperanza, consuelo, con angustiosa carencia, pido tu intercesión,
¡Madre de toda pureza! Es mi deseo enmendar, desatando los nudos, que agobia a mi pareja;
¡Tú! junto al Hijo, Señor Nuestro, por mi matrimonio intercede,
que renovada la cinta sea, y los votos restaurar;
¡Dame Madre mía hoy, una oportunidad! el lazo no romperé, con que Dios ha unido,
con el amor te suplico, afecto y devoción, con la que celebro tu santísima Concepción,
Aceptes en tu gracia a mí; que por tu poderosa ayuda,
ante el único Mediador, y por tus méritos dispongan, se encaminen mis cosas
y estos nudos se deshagan, fruto de la vil ofensa,
Obra a tu Voluntad, tus humildes hijos suplican,
conseguir la paz armoniosa, que nuestro hogar requiere,
por ejemplo tomare, al que en Nazaret construyeron,
¡Oh! Sagrada Familia, Estable, Santo Modelo, con el Amor Maternal,
fraterna e intima unión, Del Hijo del Hombre, su Madre, y San José carpintero.
En tu inmenso y Maternal Amor, Bienaventurada Virgen María,
la que desarmas los nudos, Socórrenos,
Auxílianos, Aconséjanos, por nosotros Aboga,
y el camino ilumina, hacia el fin de vida plena,
Tómame en tu seno Madre mía, a merecer tu Santidad Materna
que por tus méritos gozas, con tu Hijo, Nuestro Señor, El supremo Hacedor.
Dios te salve, Hija de Dios Padre.
Dios te Salve, Madre de Dios Hijo.
Dios te Salve, Esposa del Espíritu Santo. Amen.

lunes, 25 de abril de 2011

Novena al Sr. de la Divina Misericordia.

Hola, lectores. Les informo que esta novena no es nada fácil, ya que es bastante larga pero eso si, es muy efectiva, más si la haces a las 3:00 PM Aquí les paso una versión más cortita. NOVENA AL SEÑOR DE LA DIVINA MISERICORDIA CORTA

El próximo domingo 1 de Mayo es la fiesta del señor de la Divina Misericordia.

PARA TODOS LOS DIAS:

Acto de contricción y Adoración:

Confuso y avergonzado llego a tus pies, Jesús amabilísimo, para confesarte mis muchas y graves culpas. No soy digno de levantar mis ojos al cielo y no merezco sino el rigor de vuestra justicia. Pequé señor y al pecar no solo me hice reo del infierno, sino que di motivo para que se renovaran todos los dolores de tu pasión santísima, ¡Ay, Jesús Dulcísimo! Muy necio fui cuando desoí tus amorosas voces y me arroje en la misma obscura y tenebrosa del pecado. En medio de mi profunda aflicción y de mi amargo duelo, levanto mis ojos para mirar tu imagen sacrosanta, que estrago han hecho mis pecados! tu cabeza se halla coronada de espinas tus manos y tus pies taladrados con duros clavos, tu rostro, espejo en que se miran los ángeles, desfigurado con la sangre, el polvo, las salivas, las bofetadas, tu boca atormentada con la sed y con la hiel y vinagre, y tu corazón divino traspasado más que con lanza con el dardo de mi perfidia e ingratitud, Dulcísimo Jesús ninguna esperanza tendría de perdón, si no supiera que tu misericordia es infinita y tu bondad inmensa; así pues, no perderé la confianza de que me has de salvar a pesar de lo mucho que te he ofendido. Dirigeme, señor , una mirada de ternura como aquella que dirigiste a Pedro, para que mi corazón se penetre de dolor de haber pecado. ¿Quién sino tú puedes hacer que mi corazón se llene de amargura y que mis ojos se conviertan en dos fuentes de lágrimas? Permíteme que como Magdalena, llegue a tus pies divinos para besarlos y regarlos con mis lágrimas, Mira señor que todos mis pecados me acusan ante ti y me piden a tu justicia que pierdas mi alma eternamente. Toma mi defensa como tomaste la de la mujer adultera, líbrame de las manos de mis más terribles acusadores y sálvame para ser en el cielo un trofeo de misericordia. Confío en tu bondad infinita en los meritos de tu santísima pasión y en las plegarias de mi Madre la Virgen María que siempre son despachadas favorablemente, para que me concedas la gracia de servirte en el tiempo y amarte en la eternidad. Amén.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:

Te adoro con sumisión y rendimiento, amabilísimo redentor de mi alma, y alabo tu misericordia de que está hecha toda la tierra. Esa misericordia fue la que te hizo ofrecerte al padre celestial como víctima por los delitos y los pecados de los hombres, esa misericordia te obligo a bajar del cielo a la tierra para hacerte hombre en el seno de una Virgen, esa misericordia movió tu Corazón a padecer indecibles dolores y a morir en una cruz, y esa misericordia, ha sido, es y será el asilo segurísimo en que se refugian los infelices pecadores, para no ser eterna presa del infierno, ¿qué sería de nosotros, Señor, si tu misericordia no se nos ofreciera como tabla de salvación a los que hemos padecido en el naufragio del pecado? Mas tú, Pastor vigilantisimo, has congregado con tu misericordia a muchas ovejas que andaban dispersas, tu, medico celestial, has curado a innumerables enfermos con el bálsamo de tu caridad, tu, padre tierno y cariñoso has hecho que muchos prófugos vuelvan a la casa paterna y los has recibido en tus amantísimos brazos. Aquí me tienes Señor, yo soy uno de los que más necesitan de esa grande misericordia que ha arrebatado tantas presas al infierno y que ha dado tantos moradores al cielo. No tengo méritos para que te apiades de mi, pero te pido que no me arrojes de tu presencia que perdones mis pecados y me lleves al cielo, te lo suplico por el amor que tienes a la purísima Virgen María mi Madre y Señora, oye señor los ruegos de esta Madre amabilísima a quien constituiste abogada de los pecadores para que así resplandezca mas tu misericordia y el poder de María Amen.

PRIMER DIA:

Meditación “El hijo pródigo”

¡Cuán bellamente retrató nuestro Señor Jesuctristo la misericordia de Dios en la parábola del hijo prodigo, ese padre que tenía dos hijos no es otro que Dios nuestro señor, padre de los justos que permanecen en su justicia y padre de los pecadores que dé él se apartan. La casa paterna es la amistad de Dios, La región lejana a donde se fue el prodigo y en donde dilapido toda su hacienda es la región oscura y tenebrosa del pecado. El amo a quien sirvió el prodigo es el demonio, los cerdos son las pasiones y el hambre que atormentaba al infeliz mancebo es la falta de paz, es el agudo remordimiento de ese vacío grande, inconmensurable, infinito, que deja en el alma el pecado que después se comete. ¡Qué infeliz es el alma que se aparta de Dios! ¡Que estado tan miserable guarda el hombre que ha ofendido a Dios mientras permanece en el pecado! ¡El único mal que existe y que es digno de ser llorado aun con lagrimas de sangre es el pecado! El prodigo del Evangelio es una viva imagen del pecador: qué desnudez, que tristeza, que hambre, que miseria! Los criados de su padre son mas felices que el, desea hartarse siquiera de bellotas y no se le permiten! Mas, ¡oh, Dichoso recuerdo de la casa paterna! ¡Oh, plausible resolución de ir, postrarse a los pies de su padre y decirle: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno siquiera de llamarme hijo tuyo! ¡Mil veces sea bendita la misericordia del señor! Dios es quien toca el corazón del pecador lo inmerso de su desventura y lo mal que se vive bajo la esclavitud del demonio, Dios es el que hace que el pecador se convierta y que vaya a hacer humilde confesión de sus culpas. Y cuando el pecador dócil a la gracia se vuelve Dios, el señor lo recibe con ternura lo estrecha en sus amantes brazos, lo reclina en su corazón amantísimo, le da el ósculo de la paz, lo perdona y le devuelve su amistad. ¿quién desconfirará de la misericordia de Dios después de ver la magistral pintura que de ela hizo el mismo Jesuctirsto? Corra el pecador a los brazos de su Dios, hágale la lhumilde confesión de sus culpas y el Señor, compasivo y misericordioso, le pondrá las sandalias de su auxilio para que pueda marchar por la senda del bien, le vestirá con la riquísima vestidura de su gracia y le pondrá el anillo de su amistad.

ORACIÓN:

¡Oh grande! ¡oh excelsa misericordia de mi Dios! ¿quién no te alabraá al ver las maravillasque obras? Por ti los abismos se privan de muchas victimas y por ti los cielos se pueblan de bienaventurados pecadores, conviérteme y salvame, amen.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Sigue:

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Salvador y te pido la gracia de conocer mi último fin.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Salvador y te pido me concedas hacer buen uso de las criaturas.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Salvador y te pido me concedas una Santa Indiferencia.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Salvador y te pido un conocimiento profundo de mí mismo.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Salvador y te pido la gracia de amarte con todo mi Corazón:

SE HACE AQUÍ LA PETICIÓN.

para finalizar la siguiente oración.

Virgen Santísima Madre del amor hermoso y de la Santa esperanza, a ti recurre este vilisimo pecador en demanda de tu interesesión poderosisima. He pecado mucho. Señora, y temo justamente que Dios me castigue por mis muchas culpas. Ten piedad de mi, Madre mía, no me desprecies, no me desampares. Salvame y cantaré en el cielo la misericordia de Dios y la tuya por toda la eternidad, Amén.

se concluye diariamente con la Coronilla da click aquí para leerla



SEGUNDO DÍA: Parábola de la oveja perdida.

Meditación:

Si en la parábola del hijo prodigo esta fielmente retratada la misericordia de Dios no lo está menos en la de la oveja errante que es conducida por el mismo pastor con dulzura y suavidad. Si un pastor decía nuestro Señor Jesucristo, tuviese cien ovejas y una de ellas se extraviase ¿no es cierto que dejando a las noventa y nueve, iría en busca de la oveja extraviada y el hallándola, se regocijara por ella más que por las noventa y nueve que no se extraviaron? ¡Oh infinita, Oh grande misericordia del Señor! ¡Qué bien te revelas en esa piedad con que conduces dulcemente al aprisco a la oveja extraviada, sobre tus mismos hombros! ¡Cómo! Dejas a las ovejas que no se han separado para correr incansable tras de la oveja única que se te ha perdido. ¿A caso la oveja no se ha extraviado voluntariamente? ¿A caso, necia por perder de vista a su pastor, no se ha ido por sendas tortuosas y por caminos fragosos? ¿Acaso el pecador que es esa oveja perdida no se ha separado de ti por seguir sus depravados apetitos? Es verdad, pero tú que has dicho que no quieres la muerte del pecador sino que se convierta y viva, has ido a buscarlo por los bosques de su desenfrenado apetito y una vez que loas hallado lo has llevado con ternura a los apriscos de tu gracia ¡Bendito seas, Señor, bendito seas! Regocíjense tu alma de Pastor y tu Corazón de Padre porque has hallado a la errante oveja de mi alma.

Oración:

Clementísimo Señor, que lleno de caridad y de ternura has buscado tantas veces a la errante oveja de mi alma, ¿Hasta cuándo, Jesús mío seré rebelde a tus divinos llamamientos? ¿Hasta cuando, dócil a tus silvos de Pastor amorosísimo , dejaré para siempre las sendas de la iniquidad? ¡Cuánto he sufrido lejos de ti Jesús piadosísimo! Los abrojos de las culpas han desgarrado mi alma. ¿Qué fuera de mí si tú no me hubieras buscado? Ya que tan dulcemente me has llevado sobre tus hombros y has que ya no me separe del aprisco de tu amistad y tu gracia. ¡Bendito seas, Señor, Bendito seas!

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Redentor y te pido un profundo conocimiento a la gravedad del pecado mortal.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido un profundo horror al pecado mortal.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Redentor y te pido el perdón de los pecados mortales que he cometido.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Redentor y te pido un grande dolor de mis pecados.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Redentor y te pido la conversión de todos los pecadores.

Se hace la petición.

ORACION:

Tiernísima María, asilo seguro y refugio de los pobrecitos pecadores: Aquí tienes al mayor de todos, soy indigno de tu piedad, bien lo comprendo, pero ¿qué hare si tú me rechazas de tu presencia? Si tú no me das la mano para levantarme de las tristes caídas que he dado. Erre como la oveja que perece, busca, Señor a tu siervo, para que tu iedad me vuelva a los brazos de mi Dios y así brille más tu misericordia, Amen.

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TERCER DÍA:


EL FARISEO Y EL PUBLICANO

Dios ha prometido no desprecia al corazón contrito y humillado, pero al corazón soberbio el señor lo detesta y jamás acepta las ofrendas que este le presenta.

Prueba muy clara de esta verdad es la parábola que refiere el evangelista S. Lucas un fariseo y un publicano subieron al templo a orar pero el fariseo como dice S. Agustín fue a alabarse delante de Dios mas l publicano postrado ante el altar hiriéndose en el pecho sin osar levantar su vista al cielo, decía, Señor, sed propicio a éste miserable pecador, ¡Qué suerte tan diferente la de aquellos dos hombres! El fariseo volvió a su casa tan pecador como era mientras que el publicano salió justificado del templo.

Dios quiere que todos los hombres sean salvos, como lo dice S. Pablo y ni a los grandes pecadores les escasea las gracias que han menester para su santificación. Dichoso el pecador que imitando al publicano, lleno de humildad implora la misericordia de Dios. Esa misericordia no le faltara porque la oración humilde rasga las nubes, traspasa los cielos, llega hasta el trono del Altísimo y al presentarla los ángeles en sus copas de oro, el señor las escucha benigno y despacha favorablemente. ¡Oh pecador, quien quiera que seas y sean cualesquiera las culpas que hayas cometido, acude al señor, pero ve a él con los sentimientos del publicano y de seguro el Señor escuchará tus plegarias, volverá a ti su rostro lleno de bondad y te dará el perdón de tus pecados.

ORACION:

Jesús, mi Redentor, aquí tienes a tus plantas sacratísimas a este miserable y vil pecador, no so digno de levantar mis ojos al cielo y merezco que me oprimas con todo el peso tu justicia, confiado en tu infinita misericordia me atrevo a decirte: Seór, sed propicio a este pecador, yo no tengo más meritos que alegar sino los que tú ganaste para mi con tu pasión y tu muerte. Oye las clamores de mi angustiado corazón que te dice: No pierdas Señor mi alma con la de los impíos, Amen.

Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Salvador y te pido la gracia me concedas profundo conocimiento de la terribilidad de las penas del infierno.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido me liberes de la eterna reprobación.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Redentor y te pido que el temor del infierno me haga aborrecer el pecado.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Redentor y te pido ilumines a los que niegan la existencia del infierno.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Redentor y te pido por todos los que se hallan en el infeliz estado del pecado mortal:

SE HACE AQUÍ LA PETICIÓN.

ORACIÓN:

Señora y Madre mía, he pecado mucho y no me atrevo a mirar el semblante de mi Redentor y pedirle que me conceda gracias, cuando no merezco sino castigos, más tú que eres pura e inmaculada, sí puedes pedirle para mí grandes mercedes, Alcánzame de Dios un grande dolor de mis pecados y la perseverancia en la divina gracia. Amén.




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CUARTO DÍA:


Meditación:
LA MAGDALENA.

Y una mujer pecadora que había en la ciudad, cuando supo que estaba Jesús invitado a la mesa en casa del fariseo, llevó un vaso de alabastro lleno de ungüento y poniéndose a sus pies el pos de él, empezó a regarle con lágrimas los pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza y los ungía con el ungüento.
En la Magdalena tenemos un ejemplo de almas delincuentes, un modelo de pecadores sinceramente arrepentidos y un dechado de corazones que reparan con amor las culpas pesadas.
Magdalena era una mujer pecadora como la llama el Evangelio. Había abusado de los dones de Dios para pecar. No pensaba sino en buscar deleites y placeres, en atraerse adoradores, en cautivar corazones. Mas aquella mujer que fuera el escándalo de Jerusalén, fue después un modelo de penitencia, de arrepentimiento y de amor. ¡Oh misericordia grande de Jesús, cuanto brillas en la pecadora Magdalena!
Jesucristo, compadecido de aquella pobre alma, la toca con su gracia y la atrae con la esplendidez de sus milagros, y sobre todo con la bondad y dulzura con que recibe a los pecadores. Y Magdalena, dócil a la influencia suavísima de la gracia, va a donde sabe que está Jesús. No teme el qué dirán; no se acobarda por las murmuraciones que harán los que ya conocen su vida; rompe con todo respeto humano y se introduce en el salón del banquete. ¡Qué fe tan grande tiene! Ella cree que Jesús puede perdonarle y salvarla. ¡Qué humildad tan profunda! No llega de frente sino por la espalda y se postra a los pies de Cristo. ¡Qué dolor tan sincero! no cesa de llorar, bañando con sus lágrimas los pies del Pastor Divino. ¡Qué amor tan ardiente! es tan grande que merece que el Señor le diga: Porque mucho has amado, mucho se perdonará. Admiremos la clemencia de Jesucristo y bendigamos esa misericordia que tan dulcemente atrae a los pecadores.

Oración:


Jesús dulcísimo, mi amante padre, mi cariñoso Redentor: aquí tienes a tus pies divinos a un pecador más escandaloso que Magdalena. Yo me postro, Señor, a tus plantas, y con íntimo dolor de mi corazón, delante del cielo y de la tierra, te pido perdón de las innumerables culpas que he cometido. Óyeme Jesús mío recibe el dolor que tengo de haber pecado y hazme escuchar en el fondo de mi alma tu voz dulcísima que me diga que me perdonas.

Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Salvador y te pido el temor de la muerte me retraiga del pecado.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido un horror profundo a la muerte pésima de los pecadores.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Redentor y te pido que des una grande contrición a la hora de mi muerte.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Redentor y te pido recibas mi último suspiro.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Redentor y te pido me concedas la muerte preciosa de los justos:

SE HACE LA PETICION

ORACIÓN:

Amantísima y querida Madre Mía, amedrentado por el temor de la justicia divina, quiero correr a esconderme en las llagas de mi Salvador, para que no hallándome fuera de ellas pueda librarme del castigo que mis culpas merecen. Pero como mis pecados son tantos, que por ellos bien puede tu Hijo Jesús arrojarme fuera de sus llagas, ¿qué haré entonces si esto llega a suceder? Me postraré a tus pies, misericordisosísima María, y de allí no me levantaré, hasta que me hayas bendecido y alcanzado el perdón, Amén.



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QUINTO DIA: EL LLANTO DE JESÚS SOBRE JERUSALÉN.

¿Por qué lloras Jesús mío? ¿Por qué te entristeces tú que eres la alegría de los ángeles? ¿Por qué derramas lagrimas al ver a Jerusalén que va a recibirte con tanto entusiasmo, que va a alfombrar tu paso con flores con las ropas de sus habitantes, que va a batir en tu honor ramas de palma y olivo y que con inusitado jubilo dirá hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del señor? ¿Qué has visto en esa ciudad que te es tan querida, que te arranca íntimos gemidos? ¡Ah, si has visto que esa ciudad se encorva y doblega bajo el peso de sus crímenes! Y tu corazón que tanto la ama, porrumpe en estas exclamaciones de dolor, ¡Jerusalén! ¡Jerusalén! ¿Cuántas veces quise abrigarte como la gallina cobija a sus polluelos y no quisiste? ¡Ah si tú te conocieses siquiera en este tu día, lo que puede atraerte la paz! Mas ahora está cubierto de tus ojos.

¡Oh llanto misericordioso de Jesús! ¡Oh, corazón magnánimo de mi redentor, que se conmueve ante las desgracias de una ciudad delincuente! ¡Oh pecado maldito pecado que tanto afeas a las almas y que haces que se entristezca aquel que es el gozo de los bienaventurados!

Jesús ve en Jerusalén una imagen de los pecadores y de los tremendos castigos que sobre ellos descargará la venganza de Dios y por eso llora. ¡Qué misericordia tan grande de Jesucristo!

No llores, Jesús dilcísimo, ¡enjuaga tu aliento divino Redentor de mi alma! Aquí me tienes contrito y humillado para consolarte. Me pesa, Señor haber pecado y quiero con tu gracia no ofenderte jamás.

Oración:

Cuanto me duele verte llorar por mis pecados, amabilísimo Jesús mío! Yo Señor, yo soy la causa de ese llanto que viertes y mis pecados te han arrancado esas sentidas lagrimas. Perdóname, Jesús de mi alma, ¡ah, que necio fui! ¡Afligirte a ti el más cariñoso de los padres, el más dulce de los amigos, el más amoroso de mis hermanos! Perdóname y que tus lágrimas cayendo sobre mi alma como un nuevo bautismo regenere y hagan renacer a la vida de la gracia, Amen.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria al padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Redentor y te pido me concedas temor a los juicios que harás después de la muerte.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido que ahora me juzgue yo con rigor para que tu Majestad me juzgue con Misericordia.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Redentor y te pido me escondas dentro de ti en el juicio particular.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Redentor y te pido seas mi refugio en el juicio universal.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Redentor y te pido en el día del juicio tenga la dicha de oír que se diga:

SE HACE LA PETICION

ORACIÓN:

Inmaculada madre mía, si tu Hijo vertió muchas lágrimas a vista de Jerusalén tú vertiste abuntante llanto en la cumbre del Monte Calvario. Yo soy la causa de las lágrimas del Hijo y de la Madre, yo soy el que con mis pecados he llenado de tristeza el corazón de Jesús y el tuyo. Perdón, Madre mía, perdón. Que esas lágrimas de Jesús y tus lágrimas no clamen contra de mi en el juicio de Dios sino que ellas sean las que aplaquen la ira de Dios y me obtengan su misericordia. Amén.



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SEXTO DIA LA CONVERSIÓN DE SAN PEDRO:

Meditación:

Pedro, el dicipulo que amaba tanto al Divino Maestro, el discípulo a quien Jesucristo puso por piedra fundamental de su Iglesia a quien entregara las llaves del Reino de los Cielos y a quien confío el cuidado de todo su rebaño, Pedro es un monte de debilidad y en castigo de la presunción que había mostrado en el camino que conducía al jardín de los Olivos, tuvo la cobardía de negar tres veces a su maestro pero el Maestro lleno de misericordia y de amor, y mirando que más bien por debilidad que por malicia, lo había negado el discípulo favorecido con tantas merecedes, le dirige una mirada compasiva que penetra el alma y que le convierte el corazón en un estanque de aguas purificadas de penitencia y vuelto Pedro sobre sus pasos, llora inconsolable su pecado, no por un día, ni por dos días, sino por todo el tiempo de su vida hasta el grado de que las lágrimas araron sus mejillas, y no contento Jesucristo con haber convertido a San Pedro, le suministra ocasión de que repare su triple negación con una triple manifestación del entrañable amor que profesaba al querido Maestro. ¡Cuánta es la misericordia de Dios para con los pecadores! Esa misericordia brilla con luz resplendente en la conversión de San Pedro. Sin duda que la negación de Pedro hirió en gran manera el Corazón de Cristo; porque cuando el se hallaba en manos de sus verdugos burlado, acusado, calumniado y lleno de aprobios, justo era de esperar de sus amigos y discípulos testimonios de fidelidad. ¿Qué sentiría el afligidisimo Señor quien había dado tantas pruebas de amor? Y sin embargo, no lo abandona, le dirige una mirada de esas irresistibles de esas que traspasan el alma, de esas que cambian los corazones y que llevan las almas de Dios.

Oración:

¡Oh misericordioso Señor! Yo, más infiel que tu apóstol Pedro, te he ofendido innumerables veces y te he abandonado cuando más unido debía estar contigo por los beneficios sin cuento que me has dispensado. Envíame una mirada de cariño y tan tierna como la que enviaste a San Pedro y has que esa mirada ablande mi endurecido corazón, lo convierta en un mar de dolorosas lágrimas y le haga sentir lo malo y lo amargo que es haberte ofendido a ti, buen sumo e infinito; y has que mi dolor dure tanto como mi vida, para que mi alma quede purificada con las lágrimas de la penitencia. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Redentor y te pido me concedas conocimiento profundo del hombre cuando se aleja de la casa Paterna de Dios.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido me penetre la desgracia de vivir en la región lejana del pecado.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Redentor y te pido me hagas desatar la esclavitud y servidumbre del pecado.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Redentor y te pido que ya que por mis pecados no soy digno de ser llamado hijo de Dios, me admita el Señor en el numero de sus criados.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Redentor y te suplico vistas mi alma con la vestidura de la gracia, me pongas en mi mano el anillo de tu amistad y des a mis pies las sandalias de tu auxilio para marchar por el camino de la virtud.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

SE HACE LA PETICION

ORACIÓN:

Virgen de las Vírgenes y Madre de la más pura y santa: vuelve a mí esos tus ojos misericordiosos; dame con tus ojos de paloma una de aquellas tiernísimas miradas que han conmovido a tantas almas y que han trocado a tantos corazones. Mira Señora que habiendo ofendido a tu Santísimo Hijo, no me queda otro recurso para recobrar su gracia que llorar mis graves culpas. Con tu mirar dulcísimo has que brote del peñasco de mi corazón un torrente de aguas de contrición que purifiquen mi alma y la vuelvan la amistad de Dios, Amén.

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SEPTIMO DIA:

LA MUJER ADULTERA

¡Que dulce se muestra el Señor con los pecadores sinceramente arrepentidos y que imploran con gran confianza su misericordia!

Una mujer delincuente, cogida en el mismo acto del delito y que según la ley de Moisés debía ser muerta a pedradas, es presentada a Jesucristo para que confirme la sentencia que la ley prescribía, pero él, autor de la ley, bien podía indultar a un reo, cuando así lo pidieran aunadas la justicia y la misericordia. Jesucristo sabe que realmente es culpable aquella mujer que le presentan; pero con él su mirada de Dios, que se hunde hasta los pliegues más recónditos del corazón humano, ve que aquella mujer está avergonzada por su delito; que está arrepentida de su culpa y que detesta el pecado que ha cometido y entonces, tomando su defensa con esta sola palabra: El que entre vosotros esté sin pecado que tire contra ella la primera piedra, el primero, hizo huir a sus inicuos acusadores y no contento con esto el Señor le hizo oír esta frase más dulce la miel: Mujer, ¿Nadie te condena? Pues ni yo te condeno: vete y no peques más. ¿Cuál no sería el regocijo de aquella mujer defendida y perdonada por el Señor? ¿Cuál no sería su gratitud y reconocimiento para con su insigne Bienhechor? Y con razón aquella mujer fue llevada no sólo al que tenía misericordia a la presencia de aquel que hacía este llamamiento: Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, yo os aliviaré. Mujer dichosa, mujer afortunada que lograste con tu dolor y con tus lágrimas hacer que el mismo hijo de Dios tomara tu defensa y que te despachase llevando la paz en el alma y la seguridad que Dios había borrado tu falta.

Oración:

Clementísimo Dios, Padre de Misericordia y Dios de toda consolación, muy bien muestra la verad de tus palabas, yo vine para que tengan vida y la tengan en mayor abundancia, yo vine a salvar lo que había perecido; yo vine a congregar las ovejas de Israel que andaban dispersas, en la indulgencia con que tratas a los pecadores que se arrepienten de sus culpas, yo quiero confirmar una vez más la verdad de estas tus palabras. Dame un grande dolor de haber pecado y concédeme la remisión de mis culpas, Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Patri.

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Redentor y te pido me concedas amor a la consideración de tu Pasión santísima.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido un compasión muy grande por las penas y dolores de la Pasión.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Redentor y te pido conocer que mis pecados fueron la causa de la Pasión.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Redentor y te pido que me aproveche de los méritos de la Pasión.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Redentor y te pido que la Pasión sea mi escudo y mi defensa en el juicio de Dios.

Se hace la petición.

Oración:

Piadosísima María por cuyos ruegos se convierten muchos pecadores y se salvan tantas almas; ruega por mi Virgen Santísima, para que mi alma no perezca eternamente. Mira Señora que los demonios me van a acusar ante el tribunal de Dios de los muchos pecados que he cometido. Defiéndeme, Madre mía, no permitas que el demonio logre la perdición de mi alma, después que la ha hecho caer en el abismo de la culpa. Alcánzame de Dios un grande arrepentimiento de mis pecados, para que así tomando mi defensa, hagas que mis enemigos huyan diciendo: nada podemos hacer por que la defiende aquella que no tiene mancha.

OCTAVO DIA

¡Qué palabras tan dulces dirige el Señor a la Samaritana, para insinuarse en su corazón! ¡Con que suavidad conduce la misericordia de Dios a los pecadores al conocimiento de sus propias faltas! Jesucristo fatigado, se sienta junto al pozo de Jacob, sabiendo que a lo vendría a sacar agua una pecadora, que una vez convertida, sería el instrumento de la misericordia de Dios para atraer al camino de la verdad y del bien a innumerables almas.

Jesús pide de beber a la Samaritana y después la induce a que ella pida a Jesús el agua que él sabe dar, el agua de una fuente que salta hasta la vista eterna, el agua de la divina gracia y para obligarla a esto la hace descender al fondo de su corazón, de aquella alma pecadora que tanto necesitaba el agua refrigeradora que Jesucristo le ofrecía.

La mujer se mira a si misma y al mirarse no solo conoce lo que ella es sino que también reconoce que habla con un profeta que han penetrado al interior de su alma, a los senos de su corazón y como se mostrara dócil el Señor la sigue iluminando para que conozca que habla con el Mesías que ella y su pueblo esperan, y para que una vez que lo haya conocido, ella se convierta en predicador y convide a las multitudes a conocer a admirar y oír la palabra del Mesías. Bien pronto bebió aquella mujer de la fuente cuya agua salta hasta la vida eterna y al beberla no solo vio lo horrible de los pecados que hasta entonces había cometido sino que se convirtió eternamente al Señor.

¡oh, prodigios de la divina gracia! ¡Oh, conversiones admirables que obra la misericordia del Señor! El Señor llama a las puertas del corazón y si se le abre entra para hacer feliz al alma. Habla Dios, con aquella voz dulcísima con aquella voz de Padre, que quiere el bien de su hijo y si el alma la escucha. Dios derrama sobre ella sus divinos consuelos, testigo de todo esto, la Samaritana.

Oración:

¡Oh, hermosura siempre antigua y siempre nueva, dulcísimo Redentor de mi alma! Cuán tarde me he conocido a mí y te he conocido a ti, para venir a arrojarme a tus divinas plantas. Sudoroso y lleno de cansancio, por haber recorrido los caminos del pecado, vengo Señor a descansar a la sombra de tu misericordia. Tengo sed, Jesús dulcísimo, sed de paz y de tranquilidad de espíritu, dame de esa agua que diste a la samaritana, dame agua de gracia y perdón ¿y tú tienes sed, Señor y Dios mío? Pues haz que yo la refrigere con las aguas de la contrición, y con las lagrimas que vierta al llorar mis pecados, amen.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Patri.

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Redentor y te pido conocer la hermosura de la gloria.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido que yo suspire incesantemente por el cielo.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Redentor y te pido que el amor al cielo me haga aborrecer el pecado.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Redentor y te pido que amando los bienes eternos desprecie los perecederos.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Redentor y te pido una de las mansiones en el reino de los cielos.

Se hace la petición.

Oración:

Poderosísima Señora y Madre mía, tu santísimo hijo declaró que no han de menester el médico los que están sanos, sino los que están enfermos. ¿Y quiénes están más enfermos que los pobrecitos pecadores? Así pues, nosotros más que algún otro necesitamos de tu ayuda y protección y de que nos cures con el bálsamo inagotable de tu caridad. Sananos madre mía para que desapareciendo las ulceras que hicieron los pecados, se vea hermosa como es la obra de Dios que es nuestra Alma. Amén.


NOVENO DIA:

EL BUEN LADRÓN:

El día en que murió Jesucristo, no solo fue el día en que se reconcilió el cielo con la tierra y en que se dieron estrecho abrazo y ardiente beso la justicia y la paz, sino también fue el día en que brilló con vividos fulgores la misericordia de Dios. Jesucristo que vino para salvar a los pecadores, que había corrido incansable tras las ovejas perdidas, que había tratado familiarmente con los pecadores para ganar sus corazones cuando se hallaba pendiente del madero santo de la cruz quiso abrir de par en par las puertas de su misericordia para dejar franco el paso a todos los pecadores. Un ladrón está crucificado a la derecha de Jesús y si al empezar su suplicio también insulta al Redentor como lo hace el ladrón que está a la izquierda de Jesucristo y como lo hace la turba curiosa o vengativa que ha subido al Calvario, después no solo enmudece sino que entrando dentro de si mismo y mirando la fealdad de sus culpas y la muerte que le espera, volviendo a Jesús su miradas suplicantes le dice con profundísima humildad: Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino ¿Qué habría pensado aquel ladrón? Qué la luz de la divina gracia, iluminando las tinieblas de aquella alma entenebrecida con el pecado, dio a conocer que era su Dios el que iba a expirar en la cruz y que ese Dios que moría por los pecadores lo convidaba con el perdón y lo movía a arrojarse en el piélago sin fondo y sin riberas de la misericordia de Dios. Por eso el ladrón contrito y arrepentido de sus faltas, implora la piedad de Dios, confiesa la santidad de Jesucristo proclama su divinidad y deja a todos los pecadores un ejemplo digno de imitarse. Y Jesucristo que jamás desecha al pecado arrepentido, al instante despacha favorablemente la súplica del buen ladrón y le dice: hoy estarás conmigo en el paraíso.

¡Oh, ladrón afortunado, que al fin de tu vida te robaste el cielo! ¡Oh misericordia del Señor que siempre se deja hablar, de las almas que detestan la iniquidad y que siempre recibe a los pecadores arrepentidos.

ORACIÓN:

Padre de bondad y de misericordia, Jesús amorosísimo muerto por mí en la cruz: si al mirar la multitud de pecados que he cometido no mirara también los prodigios que ha hecho tu misericordia caería en el abismo de la desesperación, ¡Cuánto me alienta esa tu bondad nunca desmentida! Pequé, Señor y mis pecados son más que los cabellos de mi cabeza. Más yo imploro tu perdón y reclamo tu misericordia. Óyeme Jesús mío, que aunque soy pecador te confieso mi Dios y mi creador a la faz del cielo y de la tierra. Óyeme y llévame a tu gloria para cantar allí eternamente tu bondad. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima de la mano izquierda de mi Redentor y te pido que me penetre la obligación de amar a Dios.

Te adoro llaga sacratísima de la mano derecha de mi Redentor y te pido inflames mi alma con el fuego de Amor Divino.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie izquierdo de mi Salvador y te pido la gracia de saber agradecer los beneficios de Dios.

Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del pie derecho de mi Salvador y te pido que no ame desordenadamente a las criaturas.
Padre nuestro, ave María y Gloria al Padre.

Te adoro llaga sacratísima del costado de mi Salvador y te pido que Dios sea mi único tesoro en el tiempo y en la eternidad.


SE HACE AQUÍ LA PETICIÓN.

Oración:

Virgen Santísima, mi Reina y Señora, mi madre y abogada, encanto de mi corazón, vida, dulzura y esperanza nuestra, a tus pies postrado te pido con humilde ruego escuches mi petición, tiene que llegar el día de mi muerte, dia de calamidad y de horror por las culpas que he cometido, desde hoy te llamo en mi auxilio, ven en mi ayuda en aquel último combate que trabaré contra mis más fieros enemigos, Desde ahora, Señora, digo a tu Santísimo hijo se acuerde de mi ahora que ha entrado al descanso de la gloria; haz que tu Jes´s me diga el día de mi muerte lo que dijo al buen ladrón, Hoy estarás conmigo en el Paraíso. Amén.